Contenido LAS CUATRO MUJERES DEL APOCALIPSIS 1.- Jezabel en Tiatira Pág. 2 2.- Misterio, Babilonia la Grande 5 3.- La mujer vestida con el sol 9 4.- La novia, la esposa del Cordero 15 LA TRINIDAD DEL MAL 1.- El dragón Pág. 22 2.- La resurrección del cuarto imperio 27 3.- El Anticristo 31

LAS CUATRO MUJERES DEL APOCALIPSIS I.- JEZABEL EN TIATIRA. De las cuatro mujeres mencionadas en el libro de Apocalipsis, dos simbolizan agentes que han propagado la corrupción, mientras las otras dos simbolizan las dos grandes comunidades que Dios ha formado para dar testimonio para Él, y para actuar como Sus instrumentos de gobierno en las edades que han de venir. La primera mujer es descrita en la carta a la iglesia en Tiatira. Ella es aquella que corrompe a los siervos del Señor allí, y el Señor reconviene a esa iglesia por permitir la presencia e influencia de Jezabel en medio de ellos. Él dice, “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (Apoc.2:20). TIATIRA ASOCIACIÓN COMERCIAL. Tiatira estaba situada al noreste de Esmirna, en un valle fértil en la provincia de Asia. Sus habitantes poseían considerables ventajas comerciales, y al mismo tiempo eran muy inmorales. Los ciudadanos estaban agrupados en varias asociaciones comerciales. Membresía en éstas era esencial para el éxito. Fiestas de estas asociaciones eran tenidas en tiempos señalados, y la forma de proceder en estas ocasiones se caracterizaba por absoluto libertinaje, «el lazo que mantenía estas asociaciones juntas estaba siempre en la religión común en la cual todos estaban unidos, y en las comidas de sacrificios comunes de las cuales todos compartían; los miembros comían y bebían de esta comunión y fraternidad en virtud de la deidad pagana a la cual ellos servían. En el existente estado de la sociedad era imposible desasociarse de tales asociaciones y de la idolatría. Y la idolatría era de una forma que, por su simbolismo y eficacia, ejercía una gran influencia sobre sus adherentes, haciéndolos a ellos miembros de una unidad que era esencialmente no-Cristiana y anti-Cristiana. En segundo lugar, los banquetes comunes eran celebrados en medio de circunstancias de orgías y placeres que estaban lejos de conducir a una estricta moralidad». «Mantenerse aparte de estos clubes era ponerse uno mismo como siendo hostil a la sociedad existente, y como siendo vacío de impulsos generosos y de sentimientos fraternales, y como siendo un enemigo de la humanidad». Esto muestra el peligro al cual los convertidos en Tiatira estaban expuestos. La mujer descrita como Jezabel, que se imponía como profetiza, como la abogada de un pensamiento amplio, seduciría fácilmente al creyente descuidado para guiarlo a formar parte de estas asociaciones, o para retornar a ésta si había sido

abandonada después de la conversión. Las ventajas serían grandes. El ridículo y la persecución serían así evitados. Prosperidad en el negocio sería prácticamente asegurada. Prestigio personal en la ciudad sería aumentado. ¿Y por qué no introducir una sana influencia en la sociedad por unirse a ella? Estos y otros argumentos, con los cuales los cristianos eran tentados por el mundo que es familiar también hoy, serían usados para apartar a los creyentes de su fidelidad a Cristo. Sea que Jezabel haya sido un nombre de una mujer o no, podemos tomar éste como diciéndonos que había una mujer allí en Tiatira, que inculcaba doctrinas en la iglesia por medio de las cuales seducía exitosamente a algunos creyentes a participar en las practicas licenciosas e idólatras referidas. Aquí, entonces, en los primeros días de la historia de la iglesia el antinomianismo vino a ser maduro, y la inmoralidad era practicada bajo el garbo de la fe Cristiana; allí había una forma de piedad, pero una negación de su poder. JEZABEL Y ACAB. No podemos desasociar el nombre de esta mujer de la Jezabel de 1ª Reyes. Ella fue la hija de Ethbaal, una sidonia. Su padre fue sacerdote de Astarte, la vil deidad de los sirios, la religión que se derivó directamente de Babilonia. Jezabel, cuyo nombre significa “montón de estiércol”, vino en medio de Israel como la esposa de Acab, y fue la influencia dominante entre el pueblo de Dios. Su marido fue prácticamente su subordinado. La historia de su contaminación de la nación, su matanza de los profetas de Dios, y la sustitución de ellos por los profetas de Baal, es bien conocida. Por medio de ella Acab “hizo más para provocar al Dios de Israel, a ira que todos los reyes de Israel antes que él”. El suntuoso ritual de la adoración de Astarte reemplazó la adoración de Jehová. La dañina influencia de Jezabel continuó durante los reinos de sus dos hijos, Ocozías y Joram, y por medio del matrimonio de su hija Atalía con Joram, el hijo de Josafat, rey de Judá, esta mala influencia se extendió hasta Judá. Atalía tuvo una casa levantada para Baal en Jerusalén, “Porque la impía Atalía y sus hijos habían destruido la casa de Dios, y además habían gastado en los ídolos todas las cosas consagradas de la casa de Jehová” (2ª Cron.24:7). LAS SIETE CARTAS. En las cartas a las siete iglesias tenemos cada indicación de un alcance mucho más amplio de enseñanza que fue inmediatamente aplicable a estas iglesias. Claramente hay una gran parte que decir por la vista que sostiene que las iglesias han sido, en estos dos capítulos que contienen las cartas dirigidas a ellas, a propósito, designadas en un orden que representa anticipativamente todo el curso de lo que se llama la Cristiandad durante la era presente. Podemos notar, por ejemplo, en conexión con el sujeto que estamos considerando, la inmediata secuencia de Tiatira después de Pérgamo. Había falsos maestros

presentes en Pérgamo, y Tiatira los soportaba. Pérgamo era indiferente hacia el mal; Tiatira se asoció con aquel. Estas dos sucedieron a Esmirna, que fue señalada para soportar la persecución. Correspondientemente en la historia de la iglesia, después de las persecuciones que tuvieron lugar en el período desde el emperador Domiciano hasta Constantino, desde alrededor de los años 170 d.C., hasta el comienzo del siglo cuarto, las iglesias experimentaron un tiempo de inmunidad de la oposición y crueldad, y rápidamente vinieron a poseer una influencia y autoridad mundana. Alejándose del camino de simple obediencia a Cristo, la iglesia buscó un poder e influencia a la cual su Fundador no la había destinado, y eventualmente se puso a sí misma bajo el patrocinio del emperador. El debilitamiento del paganismo, y el engrandecimiento propio de las iglesias, proveyó a Constantino una oportunidad para adquirir el poder político supremo que su habilidad y energía fueron rápidos en coger. UN PARALELO. Bajo este prestigio la unión de la iglesia con el mundo tuvo lugar rápidamente. Las condiciones representadas por las cartas a Pérgamo y Tiatira rápidamente tomaron forma. Como en los días de Israel bajo Acab y Jezabel, los fieles ministros de la palabra de Dios, los verdaderos profetas del Señor en las iglesias fueron expulsados, y sacerdotes paganos, abogados de la religión de la deidad egipcia Isis, fueron introducidos en la casa de Dios para actuar como guías espirituales de Su pueblo. Esta amalgamación diabólica de Cristianismo con paganismo fue completada por el papa Damasus al fin del siglo cuarto. La iglesia apostata fue paganizada. Damasus no sólo fue hecho el líder eclesiástico en la iglesia; él fue también elegido Pontífice Máximo, del mundo pagano. Nada puede ser más sorprendente que la comparación entre la decadencia idólatra de Israel bajo Jezabel y aquella de la iglesia bajo el prelado Romano. Las corrupciones que se estaban extendiendo por la Jezabel simbólica en medio de las iglesias fueron de la misma clase que aquellas con las cuales la reina pagana envenenó la vida del pueblo terrenal de Dios, Israel. Damasus jactanciosamente actuó sobre el principio de que el fin justifica los medios. No importa la enormidad de los hechos injustos, todo fue justificado mientras la causa de la iglesia religiosa y el poder político avanzaran. Las abominaciones fueron admitidas dentro de las iglesias bajo la capa de fe Cristiana. SU CONDENACIÓN PRONUNCIADA De este modo lo que tuvo lugar en la esfera más estrecha de Tiatira ocurrió posteriormente en la amplia esfera de la cristiandad. Sea que aquellos que eran culpables de ceder a las seducciones de Jezabel se hayan arrepentido de sus hechos, o si la amenaza del Señor fue cumplida, eso no lo podemos decir claramente. Podemos pensar que fue así, sin embargo, por el hecho que el Señor dice, “He aquí, yo la arrojo en cama, y en gran tribulación a los que con ella

adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. 23 Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras ” (Apoc.2:22-23). Probablemente lo que tuvo lugar en la matanza de los hijos de Acab y Jezabel en Israel (2ª Rey.10:11) tuvo su contraparte en el caso de los hijos de Jezabel en la iglesia de Tiatira. Así será, nuevamente, en la vista más amplia del sujeto, cuando el sistema eclesiástico babilónico de la cristiandad en su forma final sea después destruido por la confederación anti- cristiana de naciones (Apoc.17:16), entonces esta amenaza contra el mal en Tiatira tendrá su cumplimiento en la más amplia esfera de la cristiandad. Esto es lo que debemos considerar más plenamente en nuestro próximo capítulo. II.- MISTERIO, BABILONIA LA GRANDE. La segunda de estas malas mujeres descritas en el Apocalipsis es el sujeto de la visión dada a Juan y registrada en Apoc.17. Allí vino a él uno de los siete ángeles que tenían las siete copas de la ira de Dios, y habló con él diciendo, “Ven hasta aquí, y yo te mostraré el juicio de la gran ramera que se sienta sobre muchas aguas; con quienes los reyes de la tierra han cometido fornicación, y los que moran en la tierra se han emborrachado con el vino de su fornicación”. El apóstol fue llevado en espíritu al desierto, un lugar sugestivo de destitución y aparentemente simbolizando una condición despojada de todo lo que es fructífero para Dios, vacío de aquello en lo cual Sus ojos podían deleitarse; un sorprendente contraste, como veremos, con el lugar al cual el apóstol después fue llamado a contemplar la hermosa mujer celestial, la esposa del Cordero. Él ahora ve a una mujer “sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; 5 y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”. ¿POR QUÉ UN MISTERIO? Que la mujer sea llamada “Babilonia la grande” indica su asociación como la antigua ciudad de oriente. La palabra “misterio” anexada al título implica que la apelación tiene un significado espiritual, los hechos relacionados con la mujer tienen algo más que una mera conexión geográfica e histórica con aquella ciudad. Un misterio en las Escrituras no está calculado para comunicar al pensamiento

del creyente la oscuridad ligada a lo que es misterioso. Esto comprende hechos que se propone que él entienda, verdades relacionadas que han de formar su conducta de acuerdo con la voluntad de Dios, ya sea preventiva o formativamente, y de este modo dirigir su lealtad a Cristo. Un misterio es algo que está más allá del pensamiento natural, porque “el hombre natural no comprende las cosas del Espíritu…Y ellas han de ser discernidas espiritualmente”. La última frase del título de la mujer, “madre de las rameras y abominaciones de la tierra”, indica que Babilonia es la fuente de las uniones impías del pueblo de Dios con el mundo, ya sea en la historia de Israel o de la cristiandad, porque tales asociaciones son descritas en las Escrituras como fornicación espiritual (Jer.3:6, 8-9 y Ezeq.16:32), y de toda la idolatría sistematizada en el mundo, porque lo que sea que es puesto ante los hombres como objeto de adoración que no sea Dios, en el lenguaje de la Escritura, es abominación. El lenguaje también es sugestivo de la inmoralidad e impureza que acompaña a la idolatría. BABILONIA LA FUENTE DE IDOLATRÍA. La idolatría, en una forma organizada, se originó en Babilonia, bajo el gobierno de Nimrod, hijo de Cus. El nombre del antiguo dios, Bacus, denota “hijo de Cus” y debe por tanto ser identificado con Nimrod, quien fue deificado después de su muerte. Las más antiguas religiones paganas del mundo, aunque variando en detalles, tienen ciertas características en común que son claramente trazables a ese primitivo sistema de idolatría que se sabe fue establecido por Nimrod y su reina Semiramis en Caldea después que Nimrod hubo hecho Babel el comienzo de su reino (Gén.10:10). La adoración de Baal y Astarte a la cual nos hemos referido en conexión con Jezabel, han brotado del antiguo sistema Caldeo. Las naciones se han emborrachado con el vino de Babilonia y se han intoxicado (Jer.51:7). Fue en este original culto de Babilonia que la adoración de padre, madre, e hijo se inició, la madre es considerada como la reina del cielo. El lugar que ella retuvo entre las naciones bajo nombres como Astarte, entre los sirios; Diana, entre los efesios; Afrodita, entre los griegos; Venus entre los romanos; Isis, entre los egipcios. El mismo Israel fue corrompido por la adoración de la reina del cielo (Jer.7:18 y 44:17-25), y posteriormente la misma fuente oriental afectó al Cristianismo en el establecimiento de la adoración de María.

DESDE BABILONIA A ROMA. La religión Caldea fue transferida a Roma en la siguiente forma. Después de la captura de Babilonia por los Medo-Persas, bajo Ciro, en el año 539 A.C., los sacerdotes del culto Caldeo, inmutables todavía en su carácter desde el tiempo de su inserción en los días de Nimrod y Semiramis, fueron expulsados. Ellos huyeron a lo que ahora es Asia Menor, donde fueron bienvenidos por el rey Lydio y se establecieron allí con todo su ritual en su capital, Pérgamo. Satanás de este modo transfirió hasta allí el asiento de su poder (“el trono de Satanás”, Apoc.2:13). En el año 133 a.C., a la muerte de Attalus III, los últimos de los reyes Lydios, su reino, y la jerarquía Caldea con ellos, pasaron bajo el dominio romano. En el próximo siglo Julio Cesar removió a los sacerdotes y todo su equipamiento ritualista a Roma, para aumentar la gloria de su oficio él fue considerado como Pontifex Maximus de la pagana religión de Roma. Combinando en sí mismo la autoridad civil y la religiosa, como Emperador y Pontífice, él vino a ser el único dictador de la república, pero también el reconocido cabeza del sacerdocio oriental romanizado. De este modo Roma vino a ser el asiento de las abominaciones babilonias. Ésta fue la preparación satánica para la corrupción de la religión Cristiana cuando, habiendo ya declinado de su pureza apostólica, ella encontró su centro eclesiástico en Roma. En esta forma Roma vino a ser “Babilonia, un misterio”. El vasto poder político de Roma de este modo ha sido puesto sobre la mujer babiloniana antes de que Cristo apareciera, y por su instigación, toda la maquinaria del imperio se puso en movimiento para destruir a la verdadera iglesia de Cristo. Lo que se ha dicho arriba, entonces, provee la explicación del hecho que la mujer no sólo es nombrada “Misterio, Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. sino también, en la interpretación al final del capítulo, ella es identificada con Roma, “La gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra” (v.18). SU INTOXICACIÓN. El apóstol vio a la mujer “emborrachada con la sangre de los mártires de Jesús” (v.6). Todo lo que ha sido y es representado por la Babilonia mística es culpable de la matanza de los santos de Dios. El mismo espíritu que guía a los hombres a las abominaciones espirituales al establecer cualquier otro objeto de adoración aparte de Dios, de igual manera los instiga a perseguir a Su pueblo. Mientras los gobernadores políticos de la tierra, seducidos por la grandeza y la pompa de la mujer, son intoxicados con la copa de vino de sus abominaciones, ella misma está intoxicada con la sangre de los verdaderos seguidores de Cristo.

LA MUJER Y LA BESTIA. Nuevamente la mujer es vista sentada sobre una bestia de color escarlata, que tiene diez cuernos y siete cabezas. Está más allá del alcance de nuestro tema entrar plenamente en los detalles de ésta última. En la interpretación la bestia es indicada como siendo la última cabeza federal del reino de diez naciones unidas. Una comparación de los detalles de este cap.17 con el cap. 13 y con Dn.7, muestra que el término “bestia” simboliza la monarquía y su dominio (comparar Dn.7:17, con v.23), y su dominio consistirá en el resucitado poder romano en una forma alterada. La mujer es vista cabalgando, lo que nos muestra claramente el dominio del sistema eclesiástico centrado en Roma sobre la federación política de naciones. El poder eclesiástico, en la historia, ha dominado en el pasado a los reinos civiles separados y en ninguna parte está decadente o muriendo hoy. Sus convertidos se están multiplicando casi en cada país, y su poder está lejos de menguar. La mujer aun ocupará, aunque sólo por un breve tiempo, una posición de dominio religioso y político sobre las naciones comprendidas en lo que fue el antiguo imperio romano. Ella no sólo cabalga sobre la bestia, sino que también “se sienta sobre muchas aguas”, que son interpretadas como “pueblos, multitudes, naciones, y lenguas”. Es decir, que además de controlar el reino de los diez reyes o naciones confederadas, ella ejerce su influencia sobre las masas de personas. SU DESTRUCCIÓN. Su destino, sin embargo, está sellado. Su destrucción está destinada a tener lugar en las manos de los mismos potentados que la han apoyado y sustentado. El cambio en la situación es dramático, “Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego” (v.16); ¿Cómo sucederá esto?, el capítulo 13 lo muestra. Las dos bestias, los confederados gobernadores del mundo allí mencionados, establecerán una religión co-extensiva con su dominio universal. Su credo será simple pero absoluto. El emperador debe ser reconocido como Dios. Quienquiera que rechace esto será puesto a muerte. “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. 15 Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase” (Apoc.13:14-15). El poder a disposición de estos dos potentados será suficiente para imponer esta adoración. Cada otra religión debe ser aplastada, incluido el Romanismo. Varios movimientos en medio de la humanidad se están directamente preparando para esto. Una sorprendente ilustración de la forma en la cual la mujer será destruida ha tenido lugar en Rusia. La idea de Dios y la religión cristiana deben ser aplastadas. El hombre debe ser su propio salvador y señor.

Dentro del alero de la cristiandad, en las congregaciones de aquellos que disienten de Roma, racionalismo y modernismo están jugando su parte y todo lo otro que está asociado con la mística Babilonia. Sus posesiones eclesiásticas, con todas sus vastas riquezas, serán confiscadas, su parafernalia será entregada a la destrucción, sus catedrales, y otras idolatrías serán destruidas, y aquellos que se nieguen a reconocer la nueva adoración serán muertos. La mujer será “desolada”, despojada de su riqueza, y quedará “desnuda”, sin sus finezas, y ellos “comerán sus carnes”, ella será despojada de su poder, y “la quemarán con fuego”, ella será reducida a una completa ruina social y política. El decreto divino ha salido. Los instrumentos humanos están preparados para el tiempo señalado; “porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios” (Apoc.17:17). III.- LA MUJER VESTIDA CON EL SOL. Ahora tenemos que considerar las otras dos mujeres descritas en el Apocalipsis. Su carácter es completamente diferente a aquellas que hemos hasta aquí visto. La primera se nos describe en el cap.12. Este capítulo realmente comienza en el último versículo del cap.11. “Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo”, detalles que, tomados en su contexto, indican que lo que sigue tiene que ver con la nación de Israel. Realmente el cap.12, 13 y 14 deben ser tomados juntos, y nos llevan a través de los asuntos conectados con esa nación desde el tiempo del nacimiento de Cristo hasta el fin de la gran Tribulación y la destrucción del anticristo por el Hijo del Hombre. Al apóstol ahora se le muestra una gran señal en el cielo, “ 1 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. 2 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. 3 También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; 4 y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. 5 Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono” (v.1-5).

EL SOL, LA LUNA, Y LAS ESTRELLAS. Ella estaba adornada con el sol, esto señala posiblemente a que la nación está bajo la protección del poder de Dios; eso es mostrado indirectamente más adelante en el capítulo. La luna (un emblema de la autoridad derivada) es vista debajo de sus pies, indica que el poder que ella puede haber ejercido bajo Dios se ha ido de ella, y que, en el tiempo en vista en la visión, ella está en una posición de sujeción a sus enemigos. Al mismo tiempo hay una sugestión de que ella aún debe poseer autoridad suprema sobre la tierra. La primera mención del sol, luna y estrellas en la Biblia está en conexión con el gobierno de la tierra (Gén.1:16). La corona de doce estrellas indica esa gloria y universalidad de la administración que Dios ha determinado para Su nación escogida. Él ha dicho, “y pondré a la coja como remanente, y a la descarriada como nación robusta; y Jehová reinará sobre ellos en el monte de Sion desde ahora y para siempre. 8 Y tú, oh torre del rebaño, fortaleza de la hija de Sion, hasta ti vendrá el señorío primero, el reino de la hija de Jerusalén”. (Miq.4:7-8). LA GRAN TRIBULACIÓN. Usando la analogía del parto, Isaías expresa una predicción concerniente a Israel que provee la clave al pasaje actual. En conexión con el nacimiento de Cristo en la nación, y el tiempo aún futuro de la gran tribulación, “el tiempo de angustia para Jacob”, el profeta predice que el orden histórico sería a la inversa del proceso natural de generación. De Israel él dice, “ 7 Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores, dio a luz hijo. 8 ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa?” Entonces en cuanto al hecho de que un remanente de la nación será preservado a través de aquel tiempo de tribulación e introducido en la gloria milenial, él continúa: “¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez? Pues en cuanto Sión estuvo de parto, dio a luz sus hijos. 9 Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios”. De este modo Dios le asegura a Su pueblo Israel que ellos serán completa y súbitamente libertados de sus implacables enemigos, y que, aunque la nación sea grandemente despoblada, “un remanente será salvo”. Que el tiempo milenial es claro por las gozosas predicciones lo vemos por lo que sigue: “Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; 11 para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria 12 Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda; y mamaréis, y en los brazos seréis traídos, y sobre las rodillas seréis mimados. 13 Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. 14 Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos” (Isa.66:7-14).

EL HIJO VARÓN. En cuanto al hijo varón, el mismo profeta ha comunicado la seguridad divina a la nación que daría nacimiento a Aquel que rompería el yugo de sus enemigos y sería su libertador. “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. 7 Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Isa.9:6-7). Miqueas habla de los mismos eventos sin referirse a la inversión del proceso natural en la analogía; él especifica la tribu en la cual nacería el hijo varón, y el lugar de Su nacimiento: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. 3 Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel” (Miq.5:2- 3). La mujer, entonces, que es vista en la visión dada al apóstol, es Israel, y el hijo varón que ella dio a luz es Cristo. De este modo el apóstol Pablo, hablando de su propia nación, dice: “de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Rom.9:5). Él no fue dado a luz por la iglesia, esto debe notarse, porque la iglesia brota de Él. La mujer, “dio a luz un hijo, un hijo varón”, cuando Cristo nació en Belén —mucho antes de su tiempo de parto, porque eso todavía debe tener lugar al final de la edad actual. Él es Aquel que, “gobernará a las naciones con vara de hierro”, como Jehová lo ha declarado en el salmo: “Pero yo he puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte. 2:7 Yo publicaré el decreto; Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy 2:8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra 2:9 Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás” (Sal.2:6-9). La descripción dada de Él como un “hijo varón” es sugestiva de Su perfecta humanidad, en virtud de que, o para usar Sus propias palabras, “porque Él es el Hijo del hombre”. El Padre le dio autoridad para ejecutar el juicio (Jn.5:27). EL DRAGÓN. La visión después revela al archi-enemigo de Dios y de Su pueblo. “También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas; 4 y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra”. Estos detalles son simbólicos de su control y efectos sobre, el imperio Romano, especialmente en sus fases finales y futuras, bajo el poder que, a su instigación, la nación Judía deberá soportar sus últimos sufrimientos. La consideración de estos detalles está más allá de nuestro tema por ahora.

“Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese”. El fracaso de su esfuerzo, indicado aquí por la ausencia de alguna nueva referencia a esto, se registra en el evangelio de Mateo, en el relato del vano intento de destruir al niño Cristo. En lugar de eso, después de que todas las cosas concernientes a los días de Su carne y Su resurrección fueron cumplidos, “y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono”. Esta declaración, actualmente cumplida cuando Cristo ascendió, nos recuerda Sus propias palabras, “Yo también he vencido, y me he sentado con Mi Padre sobre Su trono” (Apoc.3:21). LA HUIDA DE LA MUJER. La visión ahora nos lleva, en el punto de tiempo, desde ese evento a los esfuerzos del diablo contra el pueblo Judío al fin de esta edad; él ha sido incapaz, a pesar de sus numerosos intentos, de impedir que el Hijo de Dios cumpliese su irremediable derrota en el Calvario, y por ello, potencialmente, su eterna destrucción; su pre-milenial esfuerzo será contra la nación, a través de la cual Cristo vino a ser “el hijo varón”. “Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días” (v.6). El tema de su huida y del esfuerzo de Satanás contra ella se continúa en el v.13. El pasaje de paréntesis, desde los v.7 al 12, indican el tiempo de estos eventos. Ese pasaje describe la expulsión de Satanás como dragón de los lugares celestiales, una esfera en la cual aún cumple sus actividades (Efes.6:12). Desde entonces sus enemigos estarán confinados a la tierra, sus impíos habitantes serán entregados a los últimos sufrimientos pre-mileniales, y una gran voz en el cielo declara que el tiempo del reino de Dios y la autoridad de Su Cristo han llegado. Esa proclamación es un indicador de tiempo. La huida de la mujer tiene lugar durante la gran tribulación. En ese tiempo, eso que responde nacionalmente al simbolismo de la mujer consistirá en un remanente piadoso de Israel, que será preservado vivo a través de todo el tiempo de extrema angustia nacional y peligro bajo la persecución del dragón. Entonces la mujer huirá al desierto, como se ha mencionado previamente en el v.6. “ 14 Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila”, como cuando ellos huyeron de Faraón al desierto de Sinaí (Éx.19:4 y Dt.32:12). Así ahora la misma metáfora describe Sus cuidados al preservarlos de la furia final de Satanás. Las alas de águila nos sugieren rapidez para escapar y cierta libertad. Ella es alimentada “por tiempo, tiempos, y medio tiempo”, un período idéntico a 1260 días del v.6. Por este período deberá durar la gran tribulación (Dn.7:25 y 12:7). El tiempo es el mismo de la última parte de la semana 70, o período de siete años, en Daniel 9. Que los “tiempos” son estos, es claro por una comparación con Dn.4:23. La descripción considera el período en su más pequeña división de días, la otra en su división más amplia. Dios, quien ve las cosas en

Su propio alcance, ve al mismo tiempo los más pequeños detalles. EL LUGAR DE SU REFUGIO. Dios tiene un lugar preparado como un refugio temporal para el remanente judío, “una protección en el tiempo de tormenta”. Que la localidad sea un desierto sugiere la ausencia de recursos naturales. La Escritura ha dado indicaciones en cuanto a la región. Al oriente de Judea, al lado del Jordán y el mar Muerto, allí existe un notable distrito ocupado en tiempos antiguos por las naciones de Edom, Moab y Amón. El territorio contiene montañas como fortalezas de un extraordinario carácter, con gigantescas entradas muy anchas y rodeadas por precipicios perpendiculares. En algunas de estas hay grandes huecos donde están las ruinas de famosas ciudades antiguas, la más famosa es Petra. Al lado de éstas hay cavernas y tumbas de enormes medidas, muchas de ellas artísticamente construidas, todas éstas serán suficientes para proveer acomodación para cientos de miles de habitantes. La ornamentación y escultura dan evidencia de un elevado grado de arte, y sugiere que la población, mientras segura de sus enemigos, vivía en comparativa seguridad y lujos. La naturaleza de la localidad es tal que las personas pueden hoy decir que se podrían refugiar allí para inmunidad del poder de los implementos modernos de guerra, aun de poderosas armas y gases mortales. Ahora, es significativo que las profecías en Dn.11 relacionadas con la guerra al fin de la edad, el tiempo de la gran tribulación, predicen que esta misma región será libertada de los ataques del rey del norte. “ 41 Entrará a la tierra gloriosa, y muchas provincias caerán; mas éstas escaparán de su mano: Edom y Moab, y la mayoría de los hijos de Amón” (Dn.11:41). Nuevamente, coincidentemente con esto, nuestro Señor, prediciendo los eventos del mismo período, y los actos tiránicos del anticristo, advierte al pueblo de Judea que huyan al mismo distrito. “Por tanto”, dice Él, “cuando veáis la abominación desoladora, de la cual habló el profeta Daniel, en el lugar santo (el que lea entienda), entonces los que están en Judea huyan a los montes” (Mt.24:15-16) —obviamente a las montañas que están al oriente y sudeste. Se ha señalado que un ejército, intentando cruzar desde Judea este distrito, tendría que atravesar una planicie arenosa de varias millas, que es frecuentemente la escena de súbitas y terribles tormentas de arena de tal violencia que hacen los movimientos militares imposibles. No es difícil imaginar cuán comparativamente simple sería el cumplimiento de esa parte de la visión de Juan registrada en Apoc.12:15-16, siguiendo la huida de la mujer al desierto huyendo de la serpiente: “Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuese arrastrada por el río. 16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había echado de su boca”. El lenguaje por supuesto, es simbólico. El cumplimiento actual, político y militar, es conocido a Dios.

Cualquiera de estos detalles puede referirse, al remanente piadoso de Judíos, frecuentemente referido en los salmos y los profetas, que sería capaz de morar en esa región, bajo el cuidado de Jehová, literalmente “en el lugar secreto del Altísimo”, pasando la noche de la gran tribulación, “bajo la sombra del Todopoderoso” (Sal.91:1). Su defensa sería “las municiones de las rocas”. El pueblo de Dios encontraría aquí “una fortaleza en el tiempo de la angustia, un refugio de la tormenta, una sombra del calor” (Isa.25:4). Todo este pasaje, de Isa.24:16 hasta el final del cap.25, debe leerse en conexión con esto. Éste habla de juicio que precede inmediatamente al milenio y a la libertad del pueblo de Dios en ese tiempo. Hay numerosos pasajes en el Antiguo Testamento que predicen, en un lenguaje confirmatorio lo que hemos estado mostrando, las circunstancias relativas a la protección de Dios de Su pueblo en la manera indicada. Puede haber realmente un alcance profético, relacionado con estos eventos, en el hecho que aquí David ocultó a su padre y madre mientras era perseguido por el rey Saúl (1ª Sam.22:3-4), comparar con Isa.16:4, “Moren contigo mis desterrados, oh Moab; sé para ellos escondedero de la presencia del devastador; porque el atormentador fenecerá, el devastador tendrá fin, el pisoteador será consumido de sobre la tierra”. EL RESTO DE LOS JUDÍOS. Derrotado en su intento por destruir a la mujer, el dragón, con creciente ira, va a hacer la guerra “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (v.17). Juzgando por las profecías del Señor como están registradas en Mt.24:15- 22, hay un considerable número en la nación que no está incluido entre quienes huirán a las montañas. Comparando este pasaje con lo que se nos muestra en Apoc.11 concerniente a los dos testigos, podemos ver que una multitud de judíos en aquel tiempo se habrá vuelto a Dios como resultado de su ministerio y estarán expectantes anticipando la aparición de Cristo en gloria. Ellos, por tanto, pueden ser descritos como aquellos “que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (14:12). En contraposición a aquellos del pueblo que obedecerán los mandatos del anticristo. El “testimonio de Jesús” expresado en conexión con los v.3-7 del capítulo anterior. Éste es especialmente un testimonio a los dos testigos allí mencionados, de quienes se dice, que cuando ellos hayan cumplido su testimonio, “la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y los vencerá y los matará”. Podemos razonablemente concluir que estos dos testigos están entre “el resto de su simiente” referido en el cap.12:17, y que los objetos de la malicia de Satanás serán aquellos judíos que temerán a Dios dondequiera que se encuentren en el mundo. La visión pasa, la mujer no se ve más. Ni siquiera encontramos en el resto

del libro de Apocalipsis una mención definida del establecimiento de los hijos de Israel en la tierra de Palestina, porque no es el objetivo de Apocalipsis describir esto. La bendición milenial de la nación es simbolizada por la nación por implicación. Dios ha determinado libertar a Su pueblo Israel, y restaurarlos Consigo mismo, con su Mesías reinando sobre ellos en paz y justicia, y asociándolos Consigo mismo en Su soberanía sobre las naciones, esto se predice claramente en muchas otras Escrituras. Miguel, de quien se hace referencia en el cap.12 como derrotando a Satanás y sus ángeles, y expulsándolos del cielo (v.7- 9), fue descrito en el libro de Daniel como: “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces” (Dn.12:1), y la promesa divina hecha a ese profeta fue “pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro”. El número de los hijos de Israel será “como la arena del mar, que no se puede medir ni contar” (Oseas 1:10). IV.- LA NOVIA, LA ESPOSA DEL CORDERO. Ahora consideraremos a la última mujer mencionada en este libro. La visión es de brillante gloria. Ningún poder adverso está presente. No hay aquí un segundo plano oscuro de sufrimientos y persecución. Aquí somos llevados a la presentación final de uno de los sujetos más grandes de las Escrituras. Anteriormente se ha mostrado en varias formas, por ilustración y tipo, por profecía y doctrina; ahora esto constituye la visión final concedida al apóstol amado. Aquí Cristo es visto con Su esposa en toda su belleza y gloria. Es Su gloria la que brilla en ella. Su enemigo que asiduamente ha tratado de impedir su misma existencia y frustrar los propósitos divinos de Aquel que murió para hacerla Suya y después consumar Su unión con ella, ha sido expulsado a su propio destino y condenación. Su sutilidad y feroz antagonismo sólo ha servido para aumentar la gloria y la bendición de esta unión, y para mostrar el poder y gracia de Dios que ha designado todo esto. UN CAMBIO DE VISIÓN. Debe haber sido un gran alivio para el apóstol, después de todo lo que ha visto en su visión profética, de conmoción y desastre, de terrible conflicto y juicios divinos, posterior al rompimiento de los siete sellos, contemplar ahora la escena de gloria, que él describe en la última parte del cap.21 y el comienzo del cap.22. Uno de los siete ángeles que habían tenido su parte en derramar las copas de ira divina y el último juicio pre-milenial sobre los enemigos de Dios, viene para dar un mensaje de gozo y aliento al maravillado vidente. Éste fue uno de los mismos

ángeles que le habían mostrado la visión de otra mujer, la corruptora del mundo (17:1-3). Entonces la invitación fue, “ven hasta aquí, y te mostraré el juicio de la ramera”; ahora es: “ven hasta aquí, y te mostraré, la esposa del Cordero” (21:19). Después el apóstol fue llevado en espíritu al desierto, una localidad apropiada para esa visión de mal; ahora él es llevado a un gran monte, lo que nos sugiere poder, estabilidad y permanencia. Debemos subir a las alturas para ver la gloria de Dios. Fue cuando Moisés y los ancianos de Israel subieron al monte que ellos vieron la gloria de Dios. La deslumbradora transfiguración fue vista, no en las planicies de la tierra, sino sobre la altura de las montañas. Juan fue invitado a ver la esposa; y el ángel le mostró una ciudad, “la santa ciudad de Jerusalén”. ¡Qué sorprendente es la visión paralela a aquella de la mala mujer! Ella, también, fue presentada como una ciudad, “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”. Esta era la anticipada imitación de Satanás de la mujer pura y virtuosa, la esposa del Cordero, la ciudad celestial. CONCERNIENTE A CRISTO Y LA IGLESIA. Tenemos que ir atrás a los comienzos de la historia humana para ver la primera indicación de esta combinación de símbolos. Veamos lo que registra Génesis acerca de la formación de Eva en este aspecto. En el Hebreo de Gén.2:22, la palabra que significa “hacer” es a propósito puesta a un lado, y una palabra que denota “edificar” es escogida en lugar de aquella. “Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, edificó una mujer, y la trajo al hombre”. Aquí tenemos la aplicación de la metáfora de edificación para la formación de aquella que fue creada como la ayuda idónea para Adán, lenguaje anticipado de las palabras de Cristo mismo después: “Edificaré Mi iglesia” (Mt.16:18). En la epístola que especialmente muestra la unión de la iglesia con Cristo, las mismas dos figuras son usadas. El apóstol Pablo, en la epístola a Éfeso, usa la metáfora de la ciudad en referencia a la iglesia, en el cap.2:19, y después la describe, en el cap.5, como la esposa de Cristo, el objeto de Su amor. Porque por ella Él “ 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. 33 Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido” (Efes.5:25-32), para completar su ilustración de la unión entre Cristo y la iglesia.

Aquí, entonces, en Apoc.21, la esposa, la esposa del Cordero, es un símbolo sugestivo de las más íntimas relaciones y amor, y ella es vista también como “la santa ciudad, Jerusalén descendiendo del cielo de Dios, teniendo la gloria de Dios” (v.10), una comunidad organizada, gozando comunión y asociación bajo la autoridad del Señor. Las próximas palabras frecuentemente han sido comprendidas como si se refirieran directamente a la luz de la ciudad; esto es porque la palabra phousteur, que significa “dador de luz”, ha sido traducida “luz”. La nota al margen de nuestra versión revisada traduce “luminaria”, da el sentido correcto. Cristo mismo está en vista. Él es Aquel que es descrito en la declaración, “su luz era semejante a una piedra muy preciosa, como jaspe, clara como cristal”. Él es la fuente de su luz. La ciudad debe toda su gloria a la gloria de Él. Él es la piedra preciosa. El jaspe nos muestra las variadas características de Su carácter en su combinación perfecta. Las palabras “clara como el cristal” representa un verbo en el original, y puede ser traducida más literalmente “cristalizar”: es decir, que la piedra es descrita no solamente clara como cristal, sino que en sí misma tiene un poder cristalizador. Cristo imparte belleza a Sus redimidos, Él hace a Su iglesia resplandeciente con Su propia gloria. Al brillar sobre la creación ella refleja Su luz, mostrando Su carácter y atributos. EL CORDERO Y LA PIEDRA. La asociación del uso figurativo del Cordero y la piedra, en referencia a Cristo, es frecuente en las Escrituras. Todo aquello en Sus relaciones a la iglesia, Él es como una piedra. Emblemático de poder y estabilidad como fundamento, como también de ornamental esplendor, se debe a Su sacrificio en el Calvario como el Cordero de Dios. El lector encontrará provecho al comparar en este aspecto las siguientes Escrituras, que son sólo pocas entre muchas: en 1ª Sam.7:9, 12, que narra como Samuel tomó primero un cordero para holocausto, como una preparación para la victoria sobre los filisteos, y después del conflicto, una piedra, a la cual dio el nombre de Ebenezer, como celebración de la victoria alcanzada; en el Salmo 118:22-27, donde el salmista canta acerca del sacrificio que se ataba junto al altar y de la piedra que ha venido a ser la Cabeza del ángulo. Del mismo modo en 1ª Ped.1:19, con 2:4-7, donde el apóstol primeramente habla del valor de la preciosa sangre de Cristo como un cordero sin mancha, y después de Su valor inapreciable como la piedra principal. Nuevamente, el apóstol Pablo, en Efes.2:13, 20; habla de la unión de creyentes judíos y gentiles al ser acercados por la sangre de Cristo, y después los representa como siendo edificados juntamente sobre el mismo fundamento, “siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”.

EL MURO Y LAS PUERTAS. Apoc.12:21 continúa la descripción de la ciudad, y las palabras, “Tenía un muro grande y alto”, deben ser conectadas con el comienzo del v.11. El muro es emblemático de defensa y seguridad. Hay doce puertas con doce ángeles en cada una de ellas. Los ángeles están asociados con la iglesia, aunque ellos no forman parte de ella. Ellos, por casi dos mil años, han estado aprendiendo por medio de la iglesia la sabiduría y la gracia de Dios (Efes.3:10 con 1ª Cor.11:10), y a través de todo el milenio se regocijarán al ser testigos de las glorias de la completada unión de Cristo y Su esposa. Sobre las puertas están escritos los nombres de las doce tribus de Israel, en las ciudades en oriente la puerta era el lugar donde los ancianos se sentaban a administrar el juicio. El nombre de la puerta no era descriptivo de la ciudad, sino de la localidad fuera de ella, sugiriendo que lo que se decía de la localidad estaba bajo la influencia de la ciudad. De este modo en la Jerusalén terrenal, por ejemplo, está la puerta de Jaffa y de Damasco. Que los nombres de las tribus de Israel estén sobre las puertas de la ciudad celestial significa que el juicio sobre Israel será administrado por algunos que formarán parte de la iglesia. Esto es justo lo que el Señor dijo a Sus apóstoles, “cuando el Hijo del hombre”, dijo Él, “vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mt.19:28). Los tronos de los apóstoles no serán literal y materialmente establecidos sobre la tierra en el milenio, porque ellos mismos son parte de la iglesia. Su autoridad será por tanto ejercitada desde los lugares celestiales. Hay tres puertas a cada lado de la ciudad, porque en el milenio Israel gobernará sobre todo el mundo, la influencia de la iglesia procederá en cada dirección. El muro también tiene doce piedras preciosas de fundamento, y sobre ellas están inscritos los nombres de los doce apóstoles. No se trata aquí de la administración del juicio, sino del fundamento de la ciudad, porque la iglesia está edificada sobre el fundamento de apóstoles y profetas; es decir, sobre los fundamentos de verdad divina colocados por ellos (Efes.2:20). Estos fundamentos están adornados con toda clase de piedras preciosas, simbólicas de las glorias del Señor Jesús y de la iglesia asociada con Él, como se muestra en otras Escrituras. El adorno no es algo adicional al fundamento de piedras, como en el caso de los edificios ordinarios, sino que forman parte esencial del mismo fundamento. Las glorias del Señor, dadas a conocer por medio de las verdades de las Santas Escrituras, serán reveladas en perfección en la misma iglesia como también a través de ella. LA MEDIDA. La ciudad, las puertas, y el muro son medidas con una vara de oro, lo que nos habla de una justicia e infalible juicio. Pero más que esto, el mismo hecho de medir indica el valor para Dios de lo que es medido. Compare el cap.11, que

describe la medición del templo de Dios en Jerusalén, y el altar y los adoradores, como siendo todo precioso para Dios y puesto aparte para Su servicio y gloria en medio de la confusión de la tierra en aquel tiempo. Vea nuevamente el Sal.16, donde Cristo, habla de los santos como Su “preciosa heredad”, dice: “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, Y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Sal.16:6). El ángel midió la ciudad “doce mil estadios”. No es necesario comprender por la preposición “epi”, “como”, que la medida es incompleta, aunque posiblemente puede ser así, especialmente si la sugestión es que un ángel no puede comprender todas las glorias de la iglesia. La preposición puede, sin embargo, simplemente servir para enfatizar las enormes dimensiones de la ciudad. La extensión y anchura son iguales. Probablemente, en la visión dada a Juan la ciudad tenía la forma de una pirámide. En el v.17, que describe la altura del muro como 144 codos, y que esa es “de medida de hombre, la cual es de ángel”, hay quizás una sugestión de que un ángel puede comprender todo lo que es comunicado por el muro, la obra protectora de la ciudad, en contraste a las infinitas maravillas de la gracia de Dios mostradas en la estructura de la misma ciudad. Una mente finita, ya sea de hombre o ángel, puede comprender una cosa, la otra es comprendida sólo por Dios. SU TEMPLO. La misma ciudad era “de oro puro, semejante al vidrio limpio” (v.18), mientras se nos dice que la calle de la ciudad era “de oro puro, transparente como vidrio”. El oro manifiesta la gloria de la justicia divina. La ciudad y la calle no sólo están libres de manchas, sino que en ella se ven todas las perfecciones del carácter de Dios públicamente vistas en Cristo. No hay templo en la ciudad, “porque el Señor Dios Todopoderoso es el templo de ella, y el Cordero”. Es decir, que la luz que brilla lo hace como resultado del sacrificio del Calvario. Las naciones de la tierra andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra llevarán a ella su gloria. Ellos no pueden introducir su material dentro de ella, porque ésta es celestial, pero reconocerán su gloria, se someterán a su gobierno, y darán homenaje al dueño de esta ciudad. LA ENTRADA A ELLA. Todo los que tendrán cuerpos de resurrección, aparte de aquellos que constituyen la misma iglesia, tendrán libre entrada a la ciudad, habrá una completa comunión entre aquellos que simbólicamente constituyen la ciudad y los que tienen acceso a ella. Para usar la imperfecta ilustración de una ciudad terrenal, están aquellos que, como sus permanentes residentes, constituyen sus ciudadanos, y quienes, como visitantes, gozan asociación con y los privilegios de los mismos ciudadanos. Aquellos que tienen derecho a entrar en la ciudad celestial, es decir, quienes en resurrección de vida tendrán gozo de comunión con

la iglesia, que tienen sus nombres escritos en el libro de la vida del Cordero (v.27). EL RÍO Y EL ÁRBOL. Es lamentable que se interrumpa humanamente el capítulo por introducir aquí el cap.22. Los primeros versículos del cap.22 completan el cap.21. Al apóstol se le muestra ahora “ 1 Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal”, que procedía del trono de Dios y del Cordero. Esto es aparentemente simbólico de todas las bendiciones que vienen del Padre y del Hijo por medio del Espíritu Santo. Estas aguas fluyen desde el trono de Dios, porque Aquel que es universalmente soberano es la fuente de cada bendición (ver Ezeq.47:1; Joel 3:18 y Zac.14:8). “Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, El santuario de las moradas del Altísimo” (Sal.46:4). Dondequiera que la soberanía de Dios es reconocida, y Dios mismo es adorado, Sus adoradores reciben bendición. El río refresca a la misma ciudad. Jesús dijo, “sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Jn.4:14). El río también fluye para ministrar refrigerio a otros, y así será el gozo de la iglesia al ser el canal de bendición a todos los sujetos del amplio reino de Dios. Junto al río está el árbol de la vida que da frutos cada mes. Todo fruto espiritual viene de Cristo. Él es el árbol de la vida. No habrá allí querubín para impedir acercarse. El árbol será de libre acceso a todos —éste crece junto al uno y otro lado del río. Las restricciones divinas necesariamente puestas en Edén, y la maldición pronunciada cuando el hombre cayó, serán removidas para siempre. El fruto del árbol impartirá delicia y refrigerio a todos aquellos que constituyen la ciudad, y a los que tienen acceso a ella, porque Cristo siempre continuará ministrando a todos Sus santos en gloria. Las hojas del árbol serán para sanidad de las naciones, de manera que, de Cristo mismo, por medio de la ciudad celestial, las naciones de la tierra no sólo recibirán su administración y luz, sino también la destrucción de las obras del diablo y todo el estrago que él ha producido entre los hombres. SU NOMBRE EN SUS FRENTES. Los siervos de Dios y del Cordero “verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”. Su capacidad para servir dependerá entonces de su fidelidad ahora, y su esfera de servicio será entonces determinada por sus recompensas por servicios rendidos. Habrá una ininterrumpida comunión entre ellos y Él, y ellos mostrarán infaliblemente Su gloria, presentándola en perfección en todas las características de Su carácter. Aquellos que los vean enseguida reconocerán a Cristo en ellos. Finalmente, aquellos que constituyen la ciudad reinarán con Cristo para siempre. Esta bella ciudad, entonces, con todo lo que se muestra en el simbolismo de este pasaje, es “la esposa, la esposa del Cordero”. Ella es quien compartirá Su

poder soberano. ¡Cuán sorprendente es el contraste en esta profecía final que habla de su reinar con Él para siempre, con lo que se muestra en el caso de la mujer en el cap.17, quien busca reinar, y lo logra, pero sólo por un breve momento, en su orgullo y gloria, sobre los reyes y habitantes de la tierra! Puedan las maravillas de nuestra pronto realizada gloria en unión con nuestro bendito Señor y Redentor, como se muestran vívidamente en esta visión final de las Santas Escrituras, estimularnos a desear y amar más fervientemente Su aparición, y más consagradamente presentarnos a Él para servir aquí a Aquel que nos amó y se entregó por nosotros, para poder presentarnos después a Sí mismo, “sin mancha ni arruga ni cosa semejante”. W. E. Vine

LA TRINIDAD DE MAL EL DRAGÓN (Apocalipsis 11: 19 - 12.) Aquí tiene lugar aquello que en la creencia común de la Cristiandad ha tenido lugar mucho tiempo antes, pero que de hecho es la etapa inicial del juicio final, —Satanás es expulsado del cielo. “Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” Como he dicho, la interpretación más simple de esto es opuesta a la creencia común de la Cristiandad. Satanás, de acuerdo con el pensamiento de muchos, ha estado ya por largo tiempo en el infierno, aunque se le permite (extrañamente) dejar tal lugar y vagar sobre la tierra. Para ellos, es un pensamiento grotesco e innatural que se le permita al Diablo estar durante todo este tiempo en el cielo. Al hombre evidentemente se le ha permitido permanecer en la tierra, pero entonces —además del hecho de la muerte quitando a sus sucesivas generaciones— hacia él hay propósitos de misericordia en los cuales Satanás no tiene parte. El carácter de la visión de Apocalipsis también puede ser objetado, de manera que la interpretación más simple puede parecer a causa de eso mismo la más alejada de la verdad. ¿No dijo nuestro Señor que Él veía a “Satanás cayendo del cielo como un rayo”? (Lc.10:18) Y ¿Dice el apóstol, que a los ángeles que pecaron, Dios los arrojó al infierno? (2a Ped.2:4 y Judas 6). Tales pasajes parecieran para muchos confirmar la vista ordinaria. De hecho, son sólo los últimos pasajes los que tenían verdadera fuerza; y aquí otro ha dicho, «parece muy difícil considerar a Satanás como uno de estos», —de los ángeles referidos— «porque ellos están en cadenas, y guardados hasta el gran día; a él se le permite todavía seguir su curso como el tentador y el adversario, hasta que llegue su tiempo señalado». En cuanto a las palabras del Señor, éstas deben ser fácilmente comprendidas como en la forma frecuente de la profecía, “vi”, es equivalente a ver anticipadamente. Por otra parte, que las “huestes espirituales de maldad” con las cuales ahora debemos luchar están “en lugares celestiales” es lo que se nos dice claramente en Efes. 6:12; y en el pasaje en Apocalipsis que está ante nosotros, no menos claramente. Porque la conexión de esta visión con lo que es todavía futuro ya la hemos visto, y además la veremos, y su aplicación a Satanás personalmente no debe dudarse. El “dragón” es realmente un símbolo; pero “el Diablo y Satanás”, es la interpretación de éste, y ciertamente no figurado como lo es el dragón.

La Escritura también implica en otras formas lo que tenemos aquí. Cuando el apóstol habla de que hemos sido “sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia”, añade que esto es “hasta la redención de la posesión adquirida”, —es decir, hasta que tengamos la misma herencia (Efes.1 y 3). Pero tendremos esto por redención, no por nuestra redención, sino por la redención de la misma herencia. Nuestra herencia por tanto debe ser redimida, y esta redención tiene lugar claramente cuando los herederos como un todo están preparados para ésta. Ahora, la redención, es claro, en este caso, como la redención del cuerpo, es una redención por poder, —Dios la liberta en algún sentido de una condición de alejamiento de Él, y la da como posesión a Su pueblo. Y si el hijo varón incluye a “los que son de Cristo a Su venida”, entonces la limpieza de los lugares celestiales al expulsar a Satanás y sus ángeles de allí es justamente la redención de la herencia celestial. En otra parte leemos, conforme a esto, de la reconciliación de las cosas terrenales y celestiales (Col.1:20). Y ésta es una frase, como la anterior, que implica alejamiento previo. Y aquí es sobre el fundamento de la cruz: “habiendo hecho la paz a través de la sangre de la cruz”. En Hebreos, nuevamente, “era necesario que los modelos de las cosas en los cielos” —como en el tabernáculo— “fuesen purificados con” sangre, del mismo modo “deben serlo las cosas celestiales con mejores sacrificios que aquellos” (Heb.9:23). La obra de Cristo habiendo glorificado a Dios en cuanto al pecado que ha manchado no sólo la tierra sino también el cielo, Él puede ahora libertar y traer a Sí mismo a aquello que ha sido hecho la herencia de Cristo y de Sus “coherederos”. Todo es, entonces, de una pieza con lo que es el único significado natural de esta guerra en el cielo. La cuestión del bien y el mal, en todo lugar, recibe su respuesta para el cielo como para la tierra, primero, en la obra de Cristo, que glorifica a Dios en cuanto a todo, como fruto de ésta, en la restauración de lo que estaba alejado de Él, los enemigos de esta gloriosa obra son puestos bajo los pies de Cristo. Esto comienza ahora a ser, aunque todavía en una forma que para nosotros puede parecer extraña: extraño es escuchar de una guerra en el cielo — de ejércitos formados en uno y otro lado, —de resistencia, aunque sin éxito, la disputa pareciera ser dejada al poder y destreza de las criaturas, Dios no interfiere directamente. “Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron”. Después de todo, ¿Es extraño que esto sea en el cielo más que en la tierra? ¿No son uno los designios de Dios? ¿Y no es toda esta larga y prolongada disputa permitida a propósito para producir al final, que, de este modo, el poder superior se muestre como siendo aquel en el cual reside el bien, y en aquello que es la clave a todo el problema, la cruz del Hijo del hombre? Si Dios mismo entra en la contienda, Él se adapta a las condiciones de las criaturas, y viene en un nivel más bajo, —ni siquiera de ángel, sino de hombre. Contemplemos nuevamente a los combatientes: por un lado, tenemos a Miguel —“¿Quién es como Dios?”— ¡Un bello nombre para el líder en tal disputa!

Por el lado opuesto está aquel que dijo a la mujer, “seréis como Dios”; y cuyo orgullo fue su propia condenación (2ª Tim.3:6). ¡Cuán claramente el principio moral de la contienda es aquí definido! Mantenga el lugar de la criatura y usted estará a salvo, y será feliz y santo, y el enemigo no prevalecerá contra usted; deje este lugar, y estará perdido. El “dragón”—de una raíz que habla de «vista aguda»— tipifica lo que parece quizás ser una sobrenatural brillantez de intelecto, la astucia de la serpiente, el pleno desarrollo de tal “sabiduría” como aquella que tentó a Eva, pero de la cual su comienzo no es el temor de Dios; él es, por tanto, como todo lo que se desarrolla solamente de un lado, un monstruo. Esta falta de conciencia se muestra por ser el diablo —el falso acusador, su corazón se da a conocer en que él es “Satanás”— el adversario. Estos son los tipos de aquellos que les siguen; y Miguel es siempre el ángel guerrero, caracterizado como lo es por su nombre, como Gabriel —Varón de Dios”— es el mensajero de Dios para los hombres. Si Dios se acerca a los hombres, es en la tierna familiaridad de la humanidad que Él lo hace. ¡Cuán claramente nos hablan estos nombres! En el tiempo de angustia que ha de venir sobre la tierra, se dice a Daniel que “En aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro” (Dn.12:1). Aquí en Apocalipsis tenemos el lado de cosas celestial, y es todavía Miguel quien es visto como el libertador. Las tácticas de la guerra divina no son variadas, sino simples y uniformes. La verdad es una y simple; el error multiforme y confuso. El ejército espiritual pelea bajo el estandarte de la fe, y ésta es la bandera de Miguel, “¿Quién es como Dios?” Bajo ésta la victoria es segura. El dragón es expulsado: la guerra en ese respecto ha terminado, el cielo es libre. Pero él no ha sido aún arrojado al infierno o lago de fuego, ni siquiera al abismo, sino a la tierra; y de esta forma la consecuencia para la tierra es la gran tribulación. Satanás desciende con gran ira, porque sabe que le queda poco tiempo. ¡Qué terrible cosa es el pecado! ¡Y qué asombrosa es una plena vista de lo que está ante él; que sólo le inspira a este ser caído una nueva energía de odio que debe caer sobre él mismo, al añadir intensidad de tormento a su condenación eterna! De modo que cada acto de pecado es como un suicidio; y quien lo comete es esclavo del pecado (Jn.8:34). Una gran voz celebra el triunfo en el cielo. “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. La salvación aquí referida no es, aparentemente, la salvación del cuerpo; porque esto es explicado directamente como siendo la libertad de unos que son llamados “nuestros hermanos”, de la acusación de Satanás. La voz parece, por tanto, ser aquella de los santos glorificados, y los “hermanos” a los cuales se hace

referencia, deben ser los santos sobre la tierra, quienes realmente debido a su fidelidad individual han vencido en el pasado estas acusaciones que ahora han terminado para siempre. El poder anti-sacerdotal de Satanás, como otro lo ha notado, ha terminado. Aun así, él puede, después de esto, ejercer un poder imperial, e incitar la más violenta persecución contra el pueblo de Dios, y estos últimos pueden ser llamados a no amar sus vidas hasta la muerte. No es aquí entonces que este poder acaba: ellos todavía tienen conflicto, pero no con “principados y potestades en lugares celestiales” (Efes.6:12). El cielo sobre ellos está quieto y calmo, aunque a su alrededor se escuche todavía el ruido de la batalla. ¡Y cuán grande es la misericordia que de este modo provee para ellos durante estos tres años y medio de tribulación sin igual que han de venir! ¿No es digno esto de Dios, que justo en el tiempo cuando la ira de Satanás es más grande, habiendo armado al poder del mundo contra Su pueblo, el santuario del alma nunca sea invadido por él? Los dardos encendidos del malo cesan; él no es más “el príncipe de la potestad del aire”, sino que ahora está restringido simplemente a la tierra, para obrar a través de las pasiones de los hombres, que él puede encender contra ellos. De acuerdo con esto él se entrega a sí mismo con una doble energía: “Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón” Pero Dios interfiere. “Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” Las palabras recuerdan claramente la libertad de Egipto. Faraón rey de Egipto es llamado de este modo por el profeta, “He aquí yo estoy contra ti, Faraón rey de Egipto, el gran dragón que yace en medio de sus ríos” (Ezeq.29:3) y él mismo es la concentración de la malicia del poder del mundo, mientras Dios dice al libertado Israel en Sinaí, “Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a Mí” (Éx.19:4). La referencia aquí parece claramente a esto: esto no es, como en la versión común, “una gran águila”, indefinidamente, sino “la gran águila”. Claramente éste es el poder divino al cual se hace referencia en estas palabras: en la libertad de Egipto hubo una muy celosa exclusión de otro poder. A Israel debía enseñársele la gracia y el poder del Dios Salvador. Y así será nuevamente al fin cuando Él repita, sólo que, en una mayor forma, las maravillas de la Antigua libertad, y “seduzca” el corazón de la nación hacia Él mismo. Milagros nuevamente pueden aparecer a favor de ellos, y puede ser que el desierto literalmente una vez más proveerá protección y alimento para ellos. Figura y hecho pueden aquí concordar plenamente, y así es a menudo; los términos aun parecen implicar el desierto literal aquí, porque éste es evidentemente un lugar de protección y sustento que el amor divino provee; ¿Y qué más natural que el desierto, por el cual está rodeada la tierra de Israel, sea usado para esto? Lo que sigue parece ser imaginería también tomada prestada del desierto. Como los ríos de Antilibanus, muchos ríos están tragados en la

arena, y eso es lo que ahora sale de la boca del dragón. Si es un ejército el que es de esta forma ilustrado, el desierto no es menos capaz de absorber la fortaleza de una nación. El río que sale de su boca pareciera mostrar que es por el poder de su persuasión que los hombres son incitados a este río de enemistad contra el pueblo de Dios, que es completamente anulado de modo que el adversario derrotado abandona todo esfuerzo en esa dirección, y los objetos de su persecución después de esto son dejados sin ser nuevamente atacados. Pero aquellos que escapan, mientras asegurando de este modo su existencia como nación —y por tanto identificados con la misma mujer— no son el número completo de aquellos que se han convertido a Dios, y el “remanente de su simiente” ahora viene a ser el objeto de su furioso ataque. Estos son realmente, parecería, quienes tienen el testimonio de Jesús, es decir, estamos seguros, “el espíritu de profecía” (Apoc.19:10). Son ellos, quizás, quienes en medio de estos tiempos de tribulación salen. Como de edad en edad el Espíritu Santo ha incitado a los hombres a salir, tomando sus vidas en sus manos para poder llevar la Palabra de Dios ante Sus criaturas, y que siempre han sido los objetos especiales de la enemistad satánica. Ellos son la nueva generación de aquellos que como hombres de Dios tomarán parte prominentemente por Dios sobre la tierra, y recibirán por parte de los hombres persecución, pero de parte de Dios un dulce reconocimiento. Es de tales que el Señor dice, “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mt.5:11-12). Es bueno notar que es todavía en el cielo que esta nueva raza de profetas encuentra su recompensa. Los dos testigos que hemos visto subir al cielo en una nube pertenecen a este número, y aquellos que en Daniel se ven como volviendo a muchos a la justicia, brillarán como estrellas para siempre, pero la tierra los rechaza, y ellos son vistos en la profecía del Señor como hermanos del Rey, con hambre y sed, como desnudos y enfermos y en prisión (Mt.25: 35, 36 y 40). El cielo los recibe a ellos con delicia como siendo aquellos de quienes la tierra no era digna, —espigas después de la siega, trigo para el granero de Dios, —las últimas espigas de resurrección de los santos, que el capítulo 20 de este libro pone ante nosotros que son añadidos a aquellos que se sientan en los tronos, entre los bienaventurados y santos que están ahora completos. ¡Cuán bien cuidados son ellos y parecería que ellos estaban indefensos y abandonados a la enemistad de Satanás! Ellos han perdido la bendición terrenal, pero han ganado la celestial, su luz ha sido apagada por un tiempo, para brillar para siempre en una esfera más elevada. ¡Bendito sea Dios! Podemos seguir, entonces, el nuevo desarrollo de la enemistad satánica sin temor. Su enemistad contra ellos y contra nosotros es la misma: es Satanás, la serpiente antigua, el antiguo homicida, y no debemos ignorar “ sus maquinaciones”. Su destino es ser derrotado, y eso por el más débil santo contra quien él parece vencer fácilmente por ahora.

LA RESURRECCIÓN DEL CUARTO IMPERIO (Apocalipsis 13: 1 - 10) Satanás estando ahora en plena actividad y oposición a la mujer y su simiente, somos llevados a ver sus nuevos esfuerzos para destruirlos. Obrando, como desde el comienzo, a través de instrumentos tras los cuales se oculta, nos encontramos cara a cara con su gran instrumento de los últimos días; en el cual también reconocemos a uno al cual se ha hecho referencia mucho antes en los profetas, especialmente tenemos frecuentes referencias de él en el libro de Apocalipsis —y en el profeta apocalíptico del Antiguo Testamento. Ésta es realmente la cuarta bestia de Daniel sin duda alguna a la cual la palabra inspirada ahora dirige nuestra atención. “Vi”, dice el apóstol, “y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos diez diademas; y sobre sus cabezas, un nombre blasfemo”. Las cuatro bestias de la visión de Daniel responden, como todos lo sabemos, a la figura humana vista por el rey de babilonia. A sus ojos había al menos una semejanza de hombre, aunque ésta no tenía aliento ni vida. Para el profeta los imperios del mundo, por otra parte, parecen llenos de vida, pero de una vida bestial. Uno de los capítulos intermedios suple el eslabón entre estas dos cosas: porque el mismo Nabucodonosor es echado en medio de las bestias, como lo vemos en el capítulo 4, porque él debe conocer un castigo disciplinario hasta que reconozca “que el Altísimo gobierna en el reino de los hombres”. En su orgullo ha olvidado a Dios, él ha venido a ser una bestia que no reconoce a nadie, él es por tanto expulsado de entre los hombres hasta que siete tiempos pasen sobre él. El profeta ve de este modo los poderes del mundo como siendo sólo bestias —bestias salvajes, como aquí. La cuarta bestia, además, la sucesora y heredera de aquellas que han pasado antes que ella, el último imperio no sólo muestra esta naturaleza bestial. Ella combina en sí misma los variados caracteres de las primeras tres bestias. Ésta tiene la forma del leopardo o imperio griego, del águila y su rapidez de ataque como se sabe, estas características están en el leopardo. Pero tiene pies de oso, la tenacidad Persa de apoderarse de su presa, y la boca de león, la ferocidad babilónica. Ésta realmente es una bestia, aun así no tenemos aquí una simple ignorancia de Dios, sobre cada una de sus siete cabezas tiene un nombre de blasfemia. En sus diez cuernos ella difiere de todas las bestias anteriores, y esto, se nos dice claramente (cap.17:17) son “diez reyes” que “darán su poder a la bestia”. En la visión de ahora encontramos a estos reyes actualmente coronados. Ellos están en existencia (en algún sentido) cuando la bestia se levanta del mar, es decir, desde el comienzo del imperio —no de la antigua Roma, es verdad, porque la antigua Roma jamás comenzó en tal manera. Ésta debe ser el Imperio Romano

levantado en una nueva forma de entre las naciones en los últimos días. El último capítulo, al cual acabamos de referirnos, habla claramente de un tiempo cuando la bestia que “no es”; y por siglos todos estamos conscientes, este imperio no ha existido. Pero la misma profecía nos asegura que éste debe existir nuevamente, y en la visión ante nosotros lo encontramos levantándose, del mar, —es decir, de la agitada disputa de las naciones. Como hemos visto, sin embargo, esa no es la única forma en la cual este imperio es visto levantándose nuevamente: porque en la historia de los dos testigos ésta ha sido referida como “ascendiendo del pozo del abismo”, y esto es repetido en el cap.17, “la bestia ascenderá del abismo e irá a perdición”. ¿Son estos dos ascensos, entonces sólo uno, visto de dos lados? Nuevamente de sus cabezas, se ha dicho en el capítulo anterior estaba “herida de muerte”, pero “su herida mortal fue sanada”; y después la bestia es referida como habiendo tenido la “herida de espada”, vivió (v.14) ¿Son estas variadas formas de expresar la misma cosa, o no? ¿Hay alguna forma de decidir esto? Ciertamente, el largo colapso de siglos durante los cuales la bestia “no es”, lo que difícilmente podría parecer ser descrito como teniendo una herida y vivido, o como teniendo una herida mortal que podía ser sanada. Consideremos de más cerca la profecía, o más bien las diferentes profecías acerca de esto. Y veamos lo que podemos reunir de ellas. En Daniel no tenemos mención del tiempo de no-existencia, o de una pluralidad de cabezas sobre la bestia, pero los diez cuernos nos muestran que también allí el imperio está ante nosotros como éste existirá en los últimos días; como es claro también que es en esta forma que el juicio allí descrito viene sobre él. Pero el profeta considerando estos diez cuernos, ve, levantándose tras ellos, a un cuerno pequeño en el cual se desarrollan estos caracteres blasfemos que traen el juicio final sobre la bestia. Éste habla grandes palabras contra el Altísimo, y se opone a Sus santos, y piensa cambiar los tiempos y las leyes; y éstas son entregadas en sus manos por tiempos, tiempo, y medio tiempo, —es decir, por la última mitad de la semana setenta de Daniel, justo antes que el Señor venga y el juicio caiga. Ahora, este último cuerno se levanta después que los primeros diez cuernos están en existencia, por tanto, del Imperio Romano en su última forma; y si este cuerno pequeño es aquel cuyo dominio trae el juicio sobre la bestia, entonces parecería que este onceavo cuerno y la cabeza octava de Apocalipsis debe ser el mismo. Las siete cabezas no se encuentran en Daniel, tampoco el cuerno onceavo en Apocalipsis. Pero en ambos podemos aprender por medio de estos detalles al compararlos. De este modo, en cuanto a las cabezas, cinco habían caído cuando el ángel habló a Juan (17:12): una existía, la imperial; y otra debía venir y durar un breve tiempo, y después estaría el octavo, o la bestia en su forma final, identificado con su cabeza aquí, moralmente al menos con el cuerno pequeño de Daniel. Hemos anticipado algo, ha sido obligatorio para nosotros anticipar, lo que se nos presenta solamente en el cap.17, antes que la historia de estos últimos

días venga a ser en alguna medida, clara para nosotros. Tratemos primeramente de comprender el punto en el tiempo que la interpretación contempla. Cuando el ángel dice a Juan, “la mujer que viste es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”, sabemos que en el tiempo del Apocalipsis había una sola ciudad, y sólo una, a la cual podían aplicarse tales palabras. Era Roma la que gobernaba sobre los reyes de la tierra, y Roma también llena su descripción en otro aspecto, siendo notoriamente conocida como la ciudad de las siete montañas. Roma es de hecho la ciudad referida, y es, a pesar de los esfuerzos de unos pocos por encontrar otra aplicación, el veredicto de la mayoría de los comentadores de todos los tiempos, y esta interpretación de la mujer parece haber sido dada por el ángel como para no necesitar una nueva explicación. Los diez cuernos, por otra parte, son futuros: “Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino”. Aquí vemos que el punto de vista es todavía ese del mismo apóstol. Y cuando se dice de las cabezas, “cinco han caído, y uno es”; Livy, como es bien sabido, ha dado las cinco formas diferentes de gobierno bajo los cuales había estado Roma antes que la sexta, la imperial, que existía en los días del apóstol. El punto de vista aquí parece completamente claro. Por otra parte, “La bestia que has visto, era, y no es” puede parecer estar en oposición a esto. Pero si eso no podía decirse en el día del apóstol, que la bestia no era, poco podría decirse del día del cumplimiento de la visión. De esta forma, “era, no es, y será”, representa sólo pictóricamente la historia de la bestia, y no nos presenta el punto de vista, como lo hacen las otras expresiones. Es una curiosa coincidencia, que si en la visión de Daniel acerca de las cuatro bestias conectamos las cuatro cabezas del leopardo con las otras tres del resto, tenemos justamente siete, y se ha argumentado que éstas son, de hecho, las siete cabezas en Apocalipsis; pero entonces seis habrían caído, y no cinco, cuando el ángel habló. La sexta también sería la cabeza griega, y la romana sería futura. Que las cabezas son sucesivas es muy claro, y no parece haber lugar para alguna otra aplicación que aquella de la sexta cabeza al emperador de Roma. La séptima seguiría en un incierto período en el futuro, y las aplicaciones aquí han sido variadas —a Carlomagno, Napoleón, etc. No es necesario aquí entrar en una elaborada refutación de éstas, basta poner junta toda la profecía, cuya necesidad el apóstol nos advierte, esto mostrará enseguida cuán inadmisibles son ellas. “La bestia que era, y no es, es también el octavo; y es de entre los siete”, dice el ángel, “uno de los siete”, es lo que piensa Bleek y otros; “levantándose de los siete”, dice Alford. Pero el último, si hemos de interpretar el sexto como lo hemos hecho, difícilmente puede ser mantenido si dijéramos “uno de los siete”, entonces podríamos tentativamente suponer que éste es el séptimo reavivado, y puesto en esta forma, otros pasajes parecerían arrojar luz sobre esto. La séptima cabeza debía continuar por un breve tiempo y unas de las cabezas —no se declara cual— sería herida de muerte y viviría, como hemos

visto. Es a causa de esto que el mundo se maravilla por la bestia, y esto es claramente al fin: de modo que no es la octava cabeza la cual es herida y revive, sino que la octava cabeza es la séptima reavivada, como justo lo hemos supuesto. Este pensamiento une entonces y hace claro los diferentes pasajes. La bestia (bajo esta octava cabeza) “ejerce su poder” por 42 meses, es decir, la última mitad de la semana setenta de Daniel. Aun así “el príncipe que ha de venir” hace su pacto con los judíos por toda la semana, pero a la mitad de ella lo quebranta (Dn.9:27) ¿No confirma esto muy fuertemente como verdad lo que al principio parecía sólo una suposición? De esta forma la profecía de Daniel acerca del cuerno pequeño parecería describir su segundo levantamiento en poder, después de haber caído de ser la séptima cabeza sobre la bestia a un grado bajo ese de los reyes. Por esto, en parte por fuerza, y por concesión, obtenida sin duda por la ayuda de aquel que discierne en ese gobernador caído un adecuado instrumento para sus diabólicos fines, él se levanta a su prominencia anterior sobre ellos, lleno de odio contra Dios, odio que el príncipe de este mundo le ha inspirado, y el mundo se maravilla ante él y lo adora. De este modo el cuadro parece completo y el bosquejo armonioso en todos sus detalles. Esto concuerda bien con lo que antes se ha sugerido —el levantamiento de la séptima cabeza bajo el primer sello, su colapso bajo la cuarta trompeta, y su reavivamiento por la influencia satánica bajo la sexta. Su juicio tiene lugar bajo la séptima, pero los detalles de esto son desplegados después en la última parte del Apocalipsis. Vemos que la conspiración del Salmo 2 de los reyes y gobernadores, “contra el Señor y Su Ungido”, no ha tenido lugar aún. No, el poder gentil que escribió desafiantemente Su título sobre la cruz se levantará nuevamente, y con mayor desafío que antes. La larga paciencia de Dios no ha sido para salvación. La exhortación, “besad al Hijo, para que no se encienda su ira, y perezcáis en el camino”, no ha sido atendida. Roma aún vindica el derecho a su posición como cabeza de un mundo hostil. “Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no ha querido arrepentirse”, es verdadero de ella en su carácter civil como eclesiástico. El reavivamiento del último imperio es la burla de Satanás acerca de la resurrección; aun así, Dios está sobre y en esto, haciéndola salir de su seno para juicio. Y con ella, otras naciones sepultadas deberán ser reavivadas y se manifestarán. Grecia de esta forma ha revivido. Italia ha revivido, Israel, como bien lo sabemos también, y para él no hay pura bendición, sino un solemne y terrible juicio que dejará sólo un remanente para la promesa final que debe ser cumplida. Israel fue líder en el rechazo de su Señor, cuando Él vino a los Suyos, y ellos no le recibieron. Fueron ellos quienes usaron a los gentiles para ejecutar la sentencia que ellos no tenían poder para realizar. Y es realmente extraño encontrar, en estos terribles días finales de blasfemia y rebelión, al judío todavía inspirando a los gentiles en su último estallido de orgullo infiel: la segunda bestia en el capítulo que está ante nosotros es judía, y por su apariencia de cordero y su

voz como de dragón, es anti-cristiano. Y esto es a lo que, sin haber dado atención a la segura palabra de profecía, a lo cual los hombres se están apresurando. La rapidez de la corriente que los está arrastrando, reconocida como es por todos, es para ellos “progreso”, mientras no es sino el poder de la cercanía de la catarata. “Cuando digan, paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, y no escaparan”. Los mismo dijo el Señor en Su lamento sobre Jerusalén, con la añadida fuerza que puede hablarnos hoy, “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”. EL ANTICRISTO (Apocalipsis 13: 11 - 18) Juntamente con la resurrección del poder imperial, se nos muestra ahora en visión el levantamiento de otra bestia, que en ninguna otra parte tenemos en este mismo carácter. Por tanto, estaremos más atentos para considerar la descripción dada, y a los medios que tenemos para identificar el poder o persona aquí descrita, de manera que la profecía pueda ser sacada del aislamiento que haría imposible su interpretación, y para que ella pueda hablar, al menos, con plena fuerza moral para la instrucción de nuestras almas. Ésta es otra bestia salvaje, y este carácter es bastante claro. Los imperios de Daniel son “bestias”, ya que no reconocen a Dios; el pensamiento de bestia salvaje añade a esta última crueldad salvaje, que, por supuesto, se desplegará contra aquellos que son de Dios. Considerando que las otras bestias son poderes —imperios— parecería como si aquí también hubiese un poder, real o imperial; pero esto no sería cierto, excepto fuese confirmado por otras indicaciones. Ésta es vista levantándose de la tierra, no del mar. El último símbolo evidentemente se aplica a las naciones, —a los gentiles; ¿Se levanta entonces este poder de entre las naciones? Se ha pensado que esto significa un estado establecido de cosas en el cual se encuentran ahora las naciones, —un estado de cosas diferente al periodo que estamos ahora considerando, y que más bien parecería representado como quietas aguas, más que como “tierra”. Mirando atrás al primer capítulo de Génesis, en el cual encontramos ciertamente el significado esencial de estas figuras, y donde típicamente los seis días nos revelan la historia de las dispensaciones y el sábado final, el reposo de Dios, encontramos a la tierra en su separación de las aguas en el tercer día, hablando de Israel como separado de entre los gentiles. Si ésta es la verdadera interpretación, como no lo dudo, es un poder israelita al que tenemos ante

nosotros aquí. Los eventos políticos del día esperan una resurrección judía. Las palabras de Daniel (cap.12:10) que se aplican a esto hacen seguro que todo esto no será de Dios, sino que “algunos” se levantaran “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua”. Las profecías que con alguna extensión ya hemos estado considerando, indican que la incredulidad judía debe unirse en el futuro con la apostasía de la Cristiandad, y culminará en un “hombre de pecado, el hijo de perdición, que se opone y exalta él mismo sobre todo lo que se llama Dios, o que es objeto de adoración, de manera que se sienta en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios” (2ª Tes.2:3-4). De esta forma podemos estar preparados para encontrar aquí un blasfemo poder persecutor levantándose en la nación restaurada. Y esto puede ayudarnos para comprender el terrible significado de lo que sigue en Apocalipsis —“y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como dragón”. “…dos cuernos semejantes a los de un cordero”. “El Cordero” es un título significativo en este libro, —más aún, de tal dominante significado, que cualquiera referencia a éste debe ser considerado como de correspondiente importancia. Los dos cuernos, entonces, son por supuesto la indicación de que el poder es ejercido por esta persona que está ante nosotros —porque el “cuerno” es el bien conocido símbolo del poder— mas, aquí es doble, en algún sentido como de un cordero, ¿Cómo entonces? ¿Cuál es este doble carácter de poder aquí? Parece como si pudiese haber un sólo significado: el poder de Cristo es doble, como manifestado en el día que Él ha de venir; Él es “sacerdote sobre su trono” —un Sacerdote real, con autoridad espiritual como también real. Éste entonces, es el blasfemo usurpador que asumirá y se manifestará; sin posibilidad de error uno puede ver que es el Anticristo. Quien es delatado por su voz: su forma de hablar es aquella del dragón; él está inspirado, de hecho, por Satanás. No hay en sus labios un dulce mensaje; él no es Aquel quien ha llevado la carga del pecador, y ha sido su Salvador. No hay en él ni mansedumbre ni humildad, sino la tiranía del destructor, ni sabiduría celestial, sino la astucia de Satanás. Arrogante como él es, un miserable instrumento del peor enemigo del hombre. “Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella”, él es el representante de este imperio de occidente nuevamente constituido, no localmente, sino a través de todo, y de este modo representando a otro, él es la terrible imitación de Aquel que está sobre el trono del mundo, el representante del Padre. Esto es desarrollado por las próximas palabras a su plena extensión. “También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres”. Aquí el mismo milagro que Elías una vez realizó para volver los corazones del apóstata Israel al verdadero Dios, se le permite hacer a él para volver a los hombres a un dios falso. Los hombres son entregados para ser engañados. Dios está enviando (como se declara en

Tesalonicenses) “un espíritu de error, para que ellos puedan creer a la mentira porque no recibieron el amor de la verdad”. La palabra de Dios anuncia esto de antemano, que por supuesto, sería la perfecta salvaguarda de aquellos que confían en ella, y este mismo milagro parecería, sería una señal para los elegidos que el tal no era Cristo, sino el Anticristo. Pero a los hombres que moran sobre la tierra, una característica moral distintiva de quienes apostatan del Cristianismo, que han abandonado todas sus esperanzas al cielo, y quienes son a través de toda esta porción especialmente señalados, el mismo cielo parecería sellar las pretensiones del engañador. “Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha permitido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que le hagan imagen a la bestia que tiene la herida de espada, y vivió. Y se le permitió infundir aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase”. ¿Es ésta una imagen de la bestia la que se tiene en vista aquí? ¿O es algún representante de la autoridad imperial, tal como los intérpretes históricos en general (aunque en varias formas) han dicho esto? Contra el último pensamiento no hay objeción, sino más bien lo contrario, el libro es simbólico a través de todo. Pero es la segunda bestia la que es la representante de la autoridad de la primera bestia; por otra parte, un aparente milagro en la creación no sería demandado por uno que demandase ser divino. Note, que no es “vida” la que él da a ella, como en la versión común, tampoco “espíritu”, aunque la palabra puede ser traducida así, sino “hálito”, que es la justa, suponiendo que ésta sea una imagen literal. Las palabras de nuestro Señor en cuanto a la “abominación desoladora en el lugar santo” (Mt. 24:15), están en evidente conexión con esto, y confirman este pensamiento. “Abominación” es la palabra regular en el Antiguo Testamento, para expresar lo que es la idolatría a la vista de Dios; pero aquí esto es establecido en lo que fue un poco antes profesamente Su templo. Porque hasta la mitad de la semana setenta de Daniel, desde el comienzo de ésta, el sacrificio y la oblación han tenido su lugar entre el retornado pueblo en Jerusalén. Fue bajo la protección del pacto que ese “príncipe” gentil de quien el profeta habla como que “ha de venir”, al principio no está claramente inspirado con la malignidad hacia Dios que después despliega. Luego, motivado por Satanás, cuyo trono él tiene, e incitado por el terrible poder que domina a Jerusalén, él ataca el mismo trono de Jehová, esto es representado por esta imagen, toma su lugar desafiando el santuario del Altísimo. La conexión de esta profecía con aquellas de Daniel y Mateo hace clara la razón de que la imagen será hecha y adorada. El cabeza de la tierra romana, y de esta última y peor idolatría, no está en Judea, sino en Roma; y aquel que está en Judea, cual sea el poder que él posea, es sólo el delegado de la cabeza romana. De esta forma la imagen representa este poder supremo, y la adoración dada a ésta está en perfecto acuerdo con esto. Aquí en Judea, donde sólo existirá entonces una pretensión pública de adorar al verdadero Dios, —aquí hay un llamado para las más decisivas medidas. Y de este modo la penalidad de la muerte es proclamada para aquellos que no la adoran.

Jerusalén es el centro de este campo de batalla, y aquí la oposición debe ser destruida. “Y hacía que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha, o en la frente; y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviese la marca o el nombre de la bestia, o el número de su nombre”. De este modo entonces, es que la “gran tribulación” comienza, aquella de la cual habló el Señor en Su profecía en vista del templo. Podemos comprender que la única esperanza mientras se permite a este mal seguir su curso, será huir a las montañas y es lo que manda a aquellos que escuchan Su voz. Israel ha rechazado ponerse bajo las alas protectoras de Aquel que había querido reunirlos, por lo cual ellos serán dejados a las terribles “alas de las abominaciones” (Dn.9:27) a causa de esto el “desolador” arrasa la tierra. Aun así Su misericordia ha decretado un límite a todo esto, y “por causa de Sus elegidos, Él ha acortado aquellos días”. ¿Por qué es ese aliento dado a la imagen? ¿Es como desafiando las palabras del profeta de “ídolos mudos”? Ciertamente hacer hablar a una imagen en tal lugar contra el Altísimo parecería el clímax de la insolencia apostata. Pero esto sólo demuestra que el fin está cerca. ¿Qué podemos decir del número de la bestia? Las palabras, “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia”, parecieran referirse directamente a aquellos a quienes Daniel llama, “los sabios” o “los que comprenden entre el pueblo” de quienes se dice, concernientes a las palabras de la visión “sella las palabras hasta el tiempo del fin”, porque “ninguno de los impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán ”. Los “sabios” o “entendidos”, son la misma palabra en hebreo —los maskilim, nos recuerdan nuevamente de ciertos salmos que son llamados salmos maskil, una importante serie de salmos en esta conexión, cuatro (52-55) que describen al malo de ese tiempo y a sus seguidores; mientras el Salmo 32 habla de perdón y de un lugar donde ocultarse, el Salmo 42 conforta a aquellos fuera del santuario, y el Salmo 45 celebra la victoria de Cristo, y Su reino, y la sumisión de las naciones. Nuevamente, el Salmo 74 aboga por el santuario violado; el Salmo 78 relata los extravíos del pueblo frente a su Dios; el Salmo 79 es otro lamento sobre la desolación de Jerusalén; el Salmo 88 deplora su condición bajo la ley rota, y el Salmo 89 declara “las seguras misericordias de David”. El Salmo 142 es el último Salmo maskil. Moll puede también disputar la afirmación de Hengstenberg que dice que estos salmos son de especial instrucción para la iglesia. Por otra parte, el mero relato de ellos en esta forma puede convencernos de cómo ellos nos presentan la nota clave de la condición de Israel en el tiempo del fin, y puede ser bueno dar tal instrucción al remanente en medio de las terribles escenas de la gran tribulación. En el Apocalipsis, no será dudoso, pienso, para aquellos que atentamente lo consideren, que esto es algo para los maskilim. ¿No podemos entonces decir nada en cuanto al número de la bestia?

En cuanto a la aplicación individual, ciertamente, pienso, nada. No podemos profetizar, y hasta que este tiempo llegue, la visión en este aspecto es “sellada”. Aun así, esto no quiere decir que no pueda haber algo para nosotros en el significado espiritual del número. El 6 repetido tres veces, mientras nos habla de labor y no de descanso, —de un esfuerzo abortivo, por llegar al 7, declara el mal en lo más elevado, el cual es limitado por la mano de Dios: este número después de todo se nos dice, es “número de hombre”; ¿Y qué es el hombre? El hombre puede multiplicar la responsabilidad y el juicio; pero el sábado es el descanso de Dios, y ha sido santificado, apartado para Él: sin Dios, él no puede tener descanso. Este 666, es el número de hombre que no es sino una bestia, y está condenado. Con este cuadro en Apocalipsis, tenemos que conectar las profecías del Anticristo que tenemos en otras partes en el Nuevo Testamento, y que hemos brevemente considerado. El apóstol Juan nos ha mostrado claramente que él negará al Padre y al Hijo, —la fe del Cristianismo, — (no que hay un Cristo, sino que Jesús es el Cristo). De este modo él está claramente identificado con la incredulidad de Israel, como también con la apostasía de la fe Cristiana, en cuyo carácter el apóstol claramente habla de él en Tesalonicenses. Es un segundo Judas, “el hijo de perdición”, el fruto maduro de esta “apostasía” que ha de venir antes de que llegue el día del Señor, —el resultado del “misterio de iniquidad”, es el “malo” o “inicuo”— no la pecaminosa mujer, la ramera de Apocalipsis, sino el “hombre de pecado”. Aquí cada palabra demanda de nosotros la más grande atención. La mujer pecaminosa está todavía profesamente sujeta al hombre, anticristiano, porque de hecho ella ha usurpado el lugar de Cristo, demandando un poder que es sólo Suyo. Sin embargo, ella demanda esto en Su nombre, no en el suyo propio. El papa no asume ser Cristo, sino el vicario de Cristo. El verdadero “hombre de pecado” se sacude de la sujeción a esta mujer; él no es el vicario de Cristo, porque niega que Jesús sea el Cristo; él se sienta en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios. Aun así, como Cristo reconoce y trae a los hombres a adorar al Padre, del mismo modo el Anticristo llevará a los hombres a adorar a otro, como nos lo muestra el Apocalipsis. Hay una terrible consistencia acerca de estas separadas predicciones, que de este modo se confirman y suplementan las unas a las otras. Ahora vemos claramente que el templo en el cual él se sienta no es la iglesia Cristiana, sino el templo judío, y como él está enlazado con la abominación desoladora, referida por Daniel y por el Señor, una abominación, que introduce el tiempo de tribulación que durará hasta que el Hijo del hombre aparezca en las nubes del cielo como Salvador de Israel y del mundo. La abominación es mencionada tres veces en Daniel, el único lugar que es equívoco en su aplicación a los últimos días es el capítulo 11 (v.31). La conexión se referiría a Antíoco Epifanes, el opresor griego de Israel, quien, alrededor de la mitad del siglo segundo antes de Cristo, profanó el templo con sacrificios idólatras y ritos impuros. Hay acuerdo entre los comentadores en general de que

toda la parte previa del capítulo se detalla en una maravillosa forma la disputa del rey de Siria y Egipto, en cuyo centro estaba Judea. Desde este punto, sin embargo, los intérpretes difieren ampliamente. El intento de aplicar el resto de la profecía a Antíoco se ha mostrado por Keil y otros como siendo un completo fracaso. El tiempo de tribulación tal como nunca lo ha habido, y que terminará con la libertad del pueblo (cap.13) corresponde exactamente con aquello que se dice en la profecía del Señor sobre el monte de los Olivos; y los “tiempos, tiempo, y medio tiempo” nombrados en conexión con la abominación desoladora, y que el libro de Apocalipsis una y otra vez pone ante nosotros, son suficientes para asegurarnos que aquí hemos llegado a un período futuro. La conexión de todo esto viene a ser material del más profundo interés. Que todo el período de la dispensación Cristiana sea pasado por alto en la profecía del Antiguo Testamento no es para nosotros una cosa nueva; y el conocimiento de esto hace este salto de muchos siglos no algo increíble. No obstante, los “tiempos, tiempo, y medio tiempo”, o 1260 días, desde el establecimiento de la abominación desoladora, contempla la abominación establecida por Antíoco, más de un siglo y medio antes de Cristo, entonces la cuenta de este tiempo es una completa perplejidad. Aun así, ¿Qué otra puede ser contemplada, cuando en toda esta profecía no hay referencia a ninguna otra? Volver a los capítulos 8 o 9 para encontrar tal referencia, pasando por alto lo que está ante nuestros ojos, parecería fuera de cuestión. ¿Qué otra solución de la materia es posible? Debemos recordar que el libro es sellado “hasta el tiempo del fin” —un término que tiene un reconocido significado en la profecía, y que no puede aplicarse a los tiempos de Antíoco, o a aquellos de los Macabeos que lo siguieron, y nos asegura una vez más que la profecía va hasta los días de Mt.24; y que la abominación desoladora allí debe ser la abominación desoladora aquí. ¿Pero cómo puede ser esto? Sólo, ciertamente, en una forma: si la aplicación a Antíoco, mientras verdadera, es sólo parcial y un incipiente cumplimiento de lo que se verá plenamente en los últimos días, entonces realmente todo es reconciliado, y la dificultad desaparece. Ésta, por tanto, debe ser la verdadera solución. Lo que tenemos aquí es sólo un ejemplo de ese doble cumplimiento que muchos intérpretes han encontrado por mucho tiempo en las profecías de las Escrituras, y de lo cual el libro de Apocalipsis es la más plena y extensa expresión. Puede haber cuestiones aquí en cuanto a la medida en que este doble cumplimiento en este caso se aplica hacia atrás. Con esto no tenemos que hacer, porque no estamos principalmente ocupados con Daniel. Es suficiente para nuestro propósito, si estamos autorizados para tomar la abominación desoladora aquí (pues estamos ciertamente obligados a tomar esto) como siendo la misma en ambos lugares, e idénticas con aquello que encontramos en el Nuevo Testamento. Yendo entonces al capítulo 11, al v.36, encontramos el cuadro de uno que bien puede ser la misma persona que es la segunda bestia de Apocalipsis. Si a primera vista esto pareciera ser así, una nueva consideración, creemos,

confirmará el pensamiento en cuanto a esto. Debemos citar la descripción plenamente. “Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios; y contra el Dios de los dioses hablará maravillas, y prosperará, hasta que sea consumada la ira; porque lo determinado se cumplirá. Del Dios de sus padres no hará caso, ni del amor de las mujeres; ni respetará a dios alguno, porque sobre todo se engrandecerá. Mas honrará en su lugar al dios de las fortalezas, dios que sus padres no conocieron; lo honrará con oro y plata, con piedras preciosas y con cosas de gran precio. Con un dios ajeno se hará de las fortalezas más inexpugnables, y colmará de honores a los que le reconozcan, y por precio repartirá la tierra” (Dn.11:36-39). Si tomamos la profecía como íntimamente conectada, al menos desde el v.31, —y hemos visto que hay necesidad de esto— entonces este rey es descrito en su conducta después que la abominación ha sido establecida en el templo; y extraño, como podría parecer un carácter contradictorio el que le es atribuido, parecería señalarlo como aquel que se levanta sobre todo dios, y aun así tiene un dios propio. Esto es exactamente lo que es verdad de la bestia anti-cristiana, y difícilmente habrá otra en tal tiempo, de quien esto puede ser verdadero. Pero veamos esto de más cerca. Primero, él es un rey, y el lugar de su reinado está claramente, por conexión, en la tierra de Israel. De esta forma él llena la posición idéntica de la segunda bestia. Entonces, él hará conforme a su propia voluntad, que es su propia ley — el “inicuo” como en Tesalonicenses. Su exaltación propia sobre todo dios naturalmente se conecta con la blasfemia contra el Dios de los dioses, y él prosperará hasta que la indignación sea cumplida, —es decir, el término de la ira de Dios contra Israel, un tiempo determinado. Éste es el secreto por el cual se le permite prosperar, esto Dios lo usará como una vara de disciplina para Su pueblo. Los pecados de Israel darán poder a sus adversarios. El próximo versículo indica que él mismo es un judío, uno apostata, porque él no considera al Dios de sus padres. No es natural aplicar esto a algún otro que no sea el Dios verdadero, y entonces su linaje es claro. Entonces también “el deseo de las mujeres”, es puesto aquí entre los objetos de adoración, es el Mesías, prometido como la “simiente de la mujer”. De este modo este carácter se ve más claramente aún. Aun así, aunque él se exalta a sí mismo, él tiene un dios, el “dios de las fortalezas”. Y hemos visto que el objeto de la segunda bestia es que adoren a la primera bestia, un ídolo político, buscado por el poder que ella da, una adoración compuesta por temor y codicia. De este modo éste es realmente un dios al cual sus padres no conocieron, ninguno de los dioses antiguos de los cuales el mundo ha estado lleno, aunque el oscuro poder detrás de ellos es el mismo: la apariencia ha cambiado, pero no el corazón. Realmente las fortalezas son su confianza, y él las practica contra ellos con

la ayuda de este dios extraño: éste parece ser el significado de la sentencia que sigue. “Y por precio repartirá la tierra”. En todo esto encontramos que todo ello concuerda perfectamente con lo que en otra parte se declara del “hombre de pecado”. Sin duda que hay dificultades para interpretar esta parte de Daniel consistentemente a través de todo, especialmente en conexión con el “rey” aquí referido con el establecimiento de la abominación del v.31. Porque es el rey del norte quien parece inspirar esto; y el rey del norte es a través de todo el capítulo el rey griego de Siria, y la parte que él juega es claramente esa que jugó Antíoco. Por esto es muy natural que se piense (por algunos) que el rey del norte y el Anticristo son uno. Si fuese así esto no alteraría nada de lo que se ha dicho en cuanto a la aplicación de la profecía, aunque pueda haber dificultad en cuanto a como un príncipe griego pudiese venir a ser un falso Cristo judío. Pero no hay necesidad de esto; tampoco hay alguna razón, que yo esté consciente, de por qué la perpetración de esta terrible maldad en conexión con el santuario de Jehová no pueda ser la obra de uno aparte de las dos bestias de Apocalipsis. Es ciertamente sorprendente que en el cap.8, donde el levantamiento de este poder griego del último día es descrito, la abolición del sacrificio diario está enlazado en alguna forma con este príncipe que se exalta a sí mismo contra el príncipe de los ejércitos. No puede afirmarse positivamente que esto será hecho por él, (como muchos traductores e intérpretes lo hacen) aun así la conexión es natural, uno puede casi decir, inevitablemente, que, si hubiésemos tenido sólo este pasaje, todo sería así. ¿Cuánto más entonces si uno piensa en que tenemos todo este cap.11 para confirmar esto? Debe recodarse que Grecia fue una de las provincias del imperio romano, y como tal parecería estar sujeto a éste en su reavivamiento. Ya sea que el lazo con éste sea roto o no antes del fin. ¿Por qué no puede existir esta combinación de poderes y motivos en este último blasfemo crimen, si en la cruz Judíos y Gentiles se unieron? El instrumento es sin duda el poder anti-cristiano en Judea, pero el poder griego no tendrá menos su parte, y ambos estarán subordinados al cabeza del imperio occidental. F. W. Grant